Confiadamente ante el Trono de la Gracia

Hebreos 4:16 “Acerquémonos pues confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro”

¿Alguna vez has deseado poder entrar a algún lugar de renombre? Digamos, la casa presidencial de tu país, un palacio real o quizá algún club social privado de la alta sociedad. Pero, sin embargo, no te ha sido posible por tu condición social o económica. Pues hay un lugar donde las personas más poderosas de este mundo no podrían entrar con facilidad puesto que la gran mayoría de veces su enfoque e ideal de vida no les permite ser como niños debido a su gran orgullo y autosuficiencia. Sin embargo, ¡tú sí puedes!

Tu padre celestial te anima no solo a entrar sino a que lo hagas con toda confianza y libertad. Esto, si lo piensas bien por un instante, te parecerá lo más maravilloso que jamás hayas escuchado. 

El Rey del universo dice que puedes entrar a su Santo Lugar y te garantiza que alcanzarás misericordia y que hallarás gracia que te ayudará en el momento oportuno en que tú lo necesites. Por lo tanto, no permitas que nada te detenga de entrar hoy. Muchas veces a los cristianos nos detiene la culpabilidad, al vernos a nosotros mismos fallando vez tras vez. Pero, nos equivocamos al alejarnos del trono de la gracia simplemente porque no nos sentimos dignos. En 1 Juan 1:9 tu Padre Celestial te dice que, “si confiesas tu pecado, Él es fiel y justo para perdonar tus pecados y limpiarte de toda maldad”. Así que, cuando el diablo te susurre al oído lo malo que eres, recuérdale que Cristo pagó por todos tus pecados en la cruz del calvario y que el salmista dice que el que confiesa su pecado y se aparta alcanzará misericordia. Y si el salmista David alcanzó misericordia, tú también.

ORA HOY ASI:
Padre mío, gracias por tener la puerta de tu santo trono abierta para mí. Gracias porque tu sangre me limpia de todo pecado. Yo hoy confieso mi pecado delante de ti, pues tu Palabra declara que tú lo sabes todo y que nada hay oculto para ti. Ayúdame a aborrecer el pecado y apartarme de él. Hoy decido revestirme de tu gracia y misericordia. Ayúdame, por favor, Padre mío. Amén.

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